martes, 30 de julio de 2013

SHIRLEY AVENTURA EN EL BOSQUE DE LOS ANIMALES PARLANTES



LA CABAÑA DE LOS SEÑORES POPPY

Era una dulce mañana en la cabaña de campo de los señores Poppy.
La casa olía a dulce de mazapán recién salido del horno y la habitación de la pequeña Shirley desprendía un dulce aroma a flores frescas.
Shirley era una niña con coletas pomposas, pelirrojas. En la cara unas alegres pecas y vestiditos de los colores de la naturaleza.
A Shirley le encantaban los animales y tenía un perro llamado “Babión” y su inseparable ratoncito que llevaba siempre en el hombro llamado “Mr. Berry”.
A Shirley no le dejaban salir de casa porque su pequeña cabaña estaba muy lejos del pueblo y la niña podría perderse.
Un día salió Shirley a la puerta y se adentró en un bosque muy extraño que nadie conocía.
Decían que lo llamaban el bosque de los animales parlantes, pero nadie sabía por qué.
  • Que extraño, – exclamó Shirley – dicen que a este bosque lo llaman el bosque de los animales parlantes y yo no oigo a ningún animal hablar.
  • !Shirley! - gritó su mamá - !A comer!
Shirley se fué, preocupada, de aquel bosque tan lúgubre y extraño.
 
 
SHIRLEY, PERDIDA

Shirley quiso decirles a todos los del pueblo lo del bosque, olvidándose de lo que le decían sus padres: “No vayas al pueblo, que está muy lejos y podrías perderte”.
Shirley iba caminando por el sendero que iba al pueblo, pero como era muy largo y a veces se partía en dos caminos, a mitad del camino, Shirley se perdió.
_ !Papá, mamá! ¿Donde estáis? - gritaba la pequeña Shirley, sollozando.
  • Yo puedo ayudarte – dijo una voz.
 
EL CONEJITO PARLANTE

  • ¿Quién eres? - preguntó Shirley.
  • No te preocupes, no te haré daño. Me llamo Puc, y soy un conejito del bosque de los animales parlantes.
Shirley y Puc se hicieron muy buenos amigos y el conejo le enseñó el camino a Shirley para ir al bosque de los animales parlantes. Estaba muy cerca de casa.
Shirley jugó con todos los animalitos y después, volvió a casa.
  • !Shirley, querida! ¿Dónde estabas? !Te echábamos mucho de menos! - dijo su madre.
  • Lo siento mamá. Me había adentrado por el camino que lleva al pueblo y me perdí. Desobedecí vuestras órdenes. Perdonadme.
  • Vale, estás perdonada. Pero no vuelvas a hacerlo.
Ese juramento se quedó grabado por siempre en la casa de los Poppy. Y Shirley jamás volvió a perderse porque jamás tomó el sendero que llevaba al pueblo.

 
Por Paula Bautista Gómez

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